La semana que pasó estuvimos muy abocados a la semana
internacional de crianza en brazos. El lema de este año fue “Abraza tu Mundo”.
Sin dudas sus muros y páginas relacionadas con el porteo se llenaron de
hashtags con la sigla SICB y fotos de mamás y papás con sus bebés en algún
portabebé.
Abrazar el mundo es para los dos, para el porteador y el
porteado. Aferrarnos a ese ser que lo es todo. Abrazar el mundo, tenerlo al
alcance de la mano, a un beso de distancia. Abrazar, llevar, aferrar. Portear
es algo que quizás hacemos a diario, y siempre recordamos los beneficios, las
posturas correctas, las incorrectas, y con cuánta facilidad olvidamos que
portear es mucho más que eso. Portear es llevar a todo tu mundo en una tela, es
entender que el ser que más amás está tejido a tu cuerpo.
Desde el origen de los tiempos hasta el presente, los niños
han nacido de la misma forma y con las mismas necesidades. El contexto es el
que los va moldeando, pero naturalmente los niños necesitan la seguridad de los
brazos de mamá (o papá) desde el momento en el que nacen hasta poder
desplazarse solos y conseguir su propio alimento. ¿Imaginan qué le sucedería a
un niño nacido en el medio de la selva si su madre no lo llevara consigo?
¿Imaginan a un niño que debe ser transportado de un lugar a otro en la fría
Islandia? Así es, el único lugar completamente seguro en el que puden estar es
en los brazos. La naturaleza es inteligente, la naturaleza es perfecta. Lo
natural es llevarlos a upa. La humanidad no podría haber seguido su rumbo sin
esta práctica ancestral.
Los continentes no podrían haberse poblado de no haber
tenido madres con sus mundos a la espalda. La vida cobra otro sentido, el bebé
porteado sabe que es el mundo, sabe qué es el mundo.
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